Bishops Write on Sexual Harassment, Abuse, and Violence
- I (Bishop Dietsche) am going to create a Chaplain to Postulants and Candidates. This is not intended to be a staff position, but will carry some modest compensation. Recognizing the special vulnerabilities that people in the ordination process live with, this Chaplain will stand outside the structure of power and decision-making which makes coming forward so risky for aspirants to ordained ministry. When it is appropriate that the accounts of aspirants be brought forward to me or to our intake officer, the Chaplain will serve not only as pastor to the aspirant, but as advocate for her or him.
- I am also going to create a position apart from the intake officers, not unlike the position above, for clergy and laypeople across the diocese who have a story of harassment to tell, but who are not ready to bring that story directly to me or into the formal disciplinary processes of the church. And again, when it is appropriate that a story be brought forward, this person will serve not only as pastor, but as advocate for her or him. Both of these new roles will carry the highest expectation of confidentiality for the person bringing their account.
- We will create a process this year to review the materials and forms by which we offer and require Safe Church training in the diocese, that that training may encompass the learnings and reflections of the #MeToo Movement, and that that training be as comprehensive and as effective, and as holy, as possible.
- Finally, we will invite a small number of ordained and lay people from the diocese to help us create a process by which clergy and lay people with accounts of harassment and abuse by clergy or lay people may safely tell their stories and have them respectfully heard. That we may listen and learn. That we may all of us “go and sin no more.”



16 de marzo de 2018
Amados(as) hermanos y hermanas,
Hace tres días ustedes recibieron una carta de sus obispos sobre los problemas de la violencia con armas de fuego en Los Estados Unidos, que han surgido con urgencia por el tiroteo masivo en Parkland, Florida, el mes pasado. En esa carta invitamos a una amplia participación en las manifestaciones de la Marcha por Nuestras Vida que ocurrirán en Washington DC y en todo el país el día 24, y publicamos la declaración sobre violencia armada emitida por la Cámara de Obispos en nuestra reunión de la semana pasada en Camp Allen, Texas.
En esta carta, queremos publicar la segunda declaración de la Cámara de Obispos sobre Acoso y Abuso Sexual. Esa carta anuncia la intención de la Cámara de ofrecer oportunidades en la próxima Convención General para que hombres y mujeres presenten sus propios relatos sobre los eventos de hostigamiento o abuso que han sufrido, particularmente cuando proviene de aquellos que están en el poder. Creemos que tal evento de audiencia en la apertura de la Convención General tiene el potencial de dar forma al trabajo de la Convención en un espíritu de mayor apertura y confianza, y de arrepentimiento apropiado. Ciertamente, es imperativo que la iglesia y sus líderes reciban el testimonio de los abusos y de la violencia que tantas mujeres, así como hombres, han recibido dentro de las comunidades y las estructuras de la iglesia.
Pero también estamos convencidos de que la presentación de tantas historias personales, a menudo a riesgo o costo personal, requiere de nosotros que revisemos las prácticas de nuestra propia Diócesis de Nueva York para garantizar, cuando podamos, que la iglesia será un lugar seguro y digno para todas las personas, y que en todo lo que hacemos renovamos nuestro compromiso de “respetar la dignidad de todo ser humano”.
SOBRE EL ACOSO, EL ABUSO Y LA VIOLENCIA SEXUAL
El otoño pasado, al comienzo del Movimiento YoTambien (MeToo) en Los Estados Unidos, tres sacerdotes de nuestra diócesis dieron a conocer en Facebook que habían sido víctimas de acoso sexual en el contexto de su proceso de ordenación. Como cada uno de ellos había sido ordenado por mí (Obispo Dietsche) en mi periodo como Obispo de Nueva York, esta fue una noticia alarmante. Me acerqué a cada uno de ellos y, en conversaciones muy preliminares, me informaron algo sobre el contexto en el que se cometieron las ofensas. Existen medidas para rectificar y prevenir que se pueden cumplir para las circunstancias específicas de su situación y las mismas se están implementando. Pero la realización personal e impactante para mí fue que estos abusos habían sucedido “bajo mi supervisión”. Estos abusos ocurrieron a mujeres quienes habían sido invitadas al proceso de discernimiento, quienes confiaban, y fue en ese proceso que fueron victimizadas. Tenía que reconocer que esto fue mi culpa. Ese fue un aprendizaje triste y serio, y que fue y sigue siendo una ocasión de mi propio arrepentimiento. Lo siento profundamente.
Pero sus relatos dieron una idea de la dinámica mayor de poder y vulnerabilidad en la iglesia, y cómo las autoridades conferidas a los líderes en cada nivel de la iglesia para apoyar y nutrir la salud y la fuerza y la vida y l posibilidad, pueden ser torcidas para violar y humillar y degradar, y para imponer la vergüenza y el silencio sobre el inocente. Esta es la dimensión insidiosa y degradante del pecado humano: no solo que los seres humanos hacen mal, sino que todos estamos demasiado listos para corromper y doblar los buenos dones de Dios en herramientas para controlar y abusar a los demás. Esto es destructivo para la iglesia; debilita al evangelio; nos ciega a las posibilidades de Dios en los demás y en nuestro mundo. “¿Renuncia usted a Satanás y a todas las fuerzas espirituales de maldad que se rebelan contra Dios?” “¿Renuncia usted a todos los malos deseos que lo alejan del amor de Dios?”. Renunciamos. Renunciamos a ellos. Siendo Dios nuestro auxiliador.
El primer pecado del Edén fue celos por el poder, y el desafío de la iglesia en todas las épocas, y en la nuestra, ha sido superar el deseo de colocar a una persona por sobre la otra, y usar a otras personas para servir a nuestras propias necesidades o deseos. o satisfacciones. Para muchos, las historias que han llegado ante nosotros por medio del Movimiento YoTambién (MeToo), son nuevas para nuestros oídos, pero en ellas oímos las antiguas, incluso bíblicas, tensiones del pecado, el sufrimiento y la ruina.
Una de las cosas personalmente inquietante para nosotros como sus obispos, en estos últimos meses, ha sido constatar que si bien un gran peso de las cuentas personales de las víctimas se ha presentado en estos meses, solo unos pocos nos han sido informados directamente. Nos ha recordado que somos los herederos y los portadores de las autoridades de la iglesia y de sus poderes, y que somos responsables de las fallas en nuestras estructuras que han permitido que ocurran estos abusos. Ha sido un recordatorio de que, en virtud de los cargos que tenemos, puede ser que muchos hombres y mujeres que han sido abusados no crean que es seguro contarnos sus historias. Entendemos que algunos temen castigos, represalias o consecuencias solo por hablar. El darnos cuenta de esto ha sido humillante, y porque les amamos, ha roto nuestros corazones. Estamos arrepentidos, y lo lamentamos. Como vuestros obispos, vemos que tenemos la responsabilidad del problema, y debemos guiar a nuestra querida comunidad a la sanación.
No podemos decir que lo que proponemos en esta carta es exhaustivo. Estos son los primeros pasos e invitamos comentarios constructivos y reflexiones:
- Yo (el Obispo Dietsche) voy a crear un Capellán para Postulantes y Candidatos. Esto no pretende ser una posición de personal, pero tendrá una compensación modesta. Reconociendo las vulnerabilidades especiales con las que viven las personas en el proceso de ordenación, este capellán se mantendrá al margen de la estructura de poder y toma de decisiones que hace que exponerse sea tan arriesgado para los(as) aspirantes al ministerio ordenado. Cuando sea apropiado, las cuentas de los(as) aspirantes se presentarán a mí o a nuestro oficial de admisión, el Capellán servirá no solo como pastor del o de la aspirante, sino como defensor de él o el.
- También voy a crear un puesto aparte de los oficiales de admisión, no muy diferente al anterior, para clérigos y laicos de toda la diócesis que tienen una historia de acoso que contar, pero que no están listos para contarme esa historia directamente o para hacerlo en los procesos disciplinarios formales de la iglesia. Y nuevamente, cuando sea apropiado que se presente una historia, esta persona servirá no solo como pastor, sino como defensor de ella o de él. Ambas funciones serán de carácter confidencial extremo para la persona que entregue su reporte
- .Crearemos un proceso este año para revisar los materiales y las formas mediante las cuales ofrecemos y requerimos entrenamiento de Iglesia Segura en la diócesis, que esa capacitación abarque los aprendizajes y reflexiones del Movimiento YoTambién (MeToo), y que esa capacitación sea tan integral y tan efectiva, y tan sagrada, como sea posible.
- Finalmente, invitaremos a un pequeño número de personas ordenadas y de laicos para ayudarnos a crear un proceso mediante el cual el clero y los laicos con acusaciones de acoso y abuso por parte del clero o de laicos puedan contar sus historias con seguridad y hacer que les escuchen con respeto . Que podamos escuchar y aprender. Que todos podamos “ir y no pecar más”.
Que Dios nos equipe para los desafíos y las oportunidades de este trabajo. Que Dios nos haga valientes, fuertes y fieles para ser abiertos, veraces y sabios el uno con el otro. Que nunca olvidemos que todo lo que hacemos vale la pena hacerlo para la gloria de Dios y no la nuestra.
Si lo desea, puede seguir este enlace, para tener acceso al sermón que el Obispo Dietsche dio el Miércoles de Ceniza en la Parroquia Trinity y en nuestra Catedral, en una reflexión sobre la historia de Tamar, hija del Rey David: EL ENLACE
A continuación encontrará la declaración de la Cámara de Obispos.
El Reverendísimo Obispo Andrew ML Dietsche
Obispo de Nueva York
El Reverendísimo Obispo Allen K Shin
Obispo Sufragáneo de Nueva York
La Reverendísima Obispa Mary D Glasspool
Obispo Asistente de Nueva York
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Cámara de Obispos de la Iglesia Episcopal
Declaración Sobre el Acoso Sexual y el Prejuicio de Género
7 de marzo de 2018
Esta es la primera vez que la Cámara de Obispos se reúne como cuerpo desde que comenzó el movimiento #YoTambién (#MeToo) el otoño pasado, sacando a la luz la realidad del acoso sexual, la violencia de género y el baluarte cultural del prejuicio de género y la desigualdad. Continuamos con nuestro propio trabajo de reconciliación dentro de nuestra rama de la Iglesia de Dios, honrando lo que hemos aprendido y logrado, así como reconociendo la distancia que aún debemos recorrer. La reconciliación es el largo trabajo de sanación ofrecido por el Espíritu, hecho posible por la gracia, que requiere nuestra verdad y arrepentimiento.
Muchos de nosotros hemos sufrido acoso sexual y tal vez violencia sexual. Las mujeres obispos conocen la experiencia del “yo también”. Algunos obispos hombres también la conocen. Vivimos con diferentes experiencias de la dotación cultural del poder. Sabemos que la Iglesia no ha cumplido con nuestra responsabilidad de escuchar y responder. En este momento de mayor conciencia, es con mayor intención que ahora invitamos a la iglesia a un examen más profundo de lo que Dios quiere para nuestras relaciones.
Este trabajo requerirá valor. A medida que muchos hombres y mujeres se presenten con valentía para contar la verdad de su experiencia, valientes hombres y mujeres escucharán, cuando corresponda, se arrepentirán y jugarán un papel activo en la reparación del quebrantamiento, trabajando para cambiar la cultura de nuestra iglesia.
Ofreceremos un proceso de escucha en una reunión abierta en la Convención General para escuchar más a fondo las historias de quienes han sido víctimas de acoso sexual y violencia en la iglesia. La fecha y la hora son el 4 de julio, de 5:15 p.m. a 7:00 p.m. en el espacio de la convención de la Cámara de Obispos. El diseño de este proceso se está creando. Se publicarán más detalles en las redes sociales y en los medios de comunicación episcopales.
Juntos, los hombres y las mujeres pueden formar asociaciones para la reconciliación. Buscamos una vida juntos más fiel, justa y santa. Damos la bienvenida al trabajo renovador del Espíritu entre nosotros mientras buscamos caminar fielmente por el camino de Jesús.